La lucha por salvaguardar la democracia en América Latina y el Caribe

Brasil fue gobernado por un dictador entre 1961 y 1985. Al crecer durante esa época, aprendí que la democracia es algo por lo que debes luchar, y que la lucha por defenderla puede tener un costo elevado. Integrantes de mi familia fueron arrestados y finalmente fuimos enviados al exilio. El relato autoritario que marcó mi infancia no era nada nuevo para América Latina. Y, si bien en las últimas décadas hemos visto que la democracia prospera en todo el continente, muchas de las desigualdades generadas por sociedades mucho menos tolerantes e inclusivas persisten.

Hoy América Latina representa el 11 por ciento de la población mundial, y allí se producen más de un tercio de los homicidios en el mundo. Los más afectados son los pobres y las minorías étnicas. Estas comunidades sufren además un mayor impacto por eventos climáticos extremos, también en América Latina y el Caribe. Está claro que nuestra región necesita una reforma económica completa que le ayude a prevalecer.

Como crecí siendo testigo de estos riesgos, siempre pensé que no tenía otra opción que dedicar mi vida a luchar por la democracia. En nuestra región, la democracia sobrevive y prospera gracias a una sociedad civil dinámica, y por eso lucho cada día como líder de Open Society Foundations en la región. Las sociedades abiertas permiten a las personas desarrollar lo mejor de sí mismas, y esto requiere libertad: espacio para que las personas luchen, transformen sus comunidades permitiendo que diferentes voces, incluidas las de los más vulnerables, formen parte del proyecto colectivo de cada país.

Guiados por la creencia en las sociedades abiertas y la comprensión de la complejidad de la región, seguimos priorizando las reformas democráticas, la paz, la justicia racial y de género, la reducción de la violencia, la justicia climática y la reducción de la desigualdad económica en América Latina y el Caribe.

El camino hacia las reformas plantea numerosos desafíos. Sin embargo, vemos indicios alentadores, en la renovación democrática en la región y los importantes avances contra el autoritarismo. De hecho, estamos viendo un movimiento de derechos de las mujeres mucho más sólido en lugares como Chile, México y Argentina. Mientras tanto, el movimiento de justicia racial está accediendo al poder en Brasil y Colombia. Y las comunidades caribeñas que sufren los efectos de la crisis climática se están movilizando por la justicia ambiental en las Bahamas, Trinidad y Tobago y el archipiélago de San Andrés y Providencia.

Defendemos los logros de aquellos a quienes apoyamos. Pero también trabajamos directamente con los gobiernos. Por ejemplo, apoyamos a la ciudad de Bogotá en el establecimiento de un sistema de economía del cuidado que pueda ayudar al desarrollo económico de las mujeres en Colombia. También apoyamos los esfuerzos para reducir los homicidios en numerosas ciudades y gobiernos locales en México, Colombia y Brasil. Cuando llegó la pandemia, fuimos a dos gobiernos amazónicos en Brasil para ayudarles a combatir su devastador impacto en la región.

En todos estos escenarios hay una lucha. Pero lo más importante es que hay inspiración, especialmente cuando ves personas que nunca imaginaron que podrían tener poder, uniéndose en la creencia de que pueden cambiar el mundo.