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Preguntas y respuestas: Una revolución inclusiva

Dos mujeres de pie en un espacio abierto
Valentina Vargas Ricca habla durante un taller para mujeres con discapacidad en Sololá, Guatemala, el 21 de septiembre de 2019. © Huayra Bello/Claudia Castellán

En Guatemala, las mujeres con discapacidad sufren índices de violencia exhorbitantes. El colectivo Mujeres con Capacidad de Soñar a Colores impulsa reformas sistémicas mediante investigaciones, iniciativas de organización y arte. Rachele Tardi, de Open Society Foundations, habló hace poco con la becaria feminista de Open Society Valentina Vargas Ricca y con las integrantes del colectivo Floridalma Bocel y Vivian Quisquiná sobre el trabajo que realizan.

¿Cómo es la vida de las mujeres con discapacidad en Guatemala?

Nuestras vidas en Guatemala son muy difíciles, sobre todo para las mujeres con discapacidad que viven en zonas rurales donde el acceso a educación, trabajo, atención de la salud y otros servicios es muy limitado. Somos más vulnerables a la violencia debido a la multiplicidad y la interseccionalidad de la opresión a la que nos enfrentamos. Por ejemplo, son muy pocas las veces que están a nuestro alcance los servicios que brindan apoyo a víctimas de violencia de género, como la accesibilidad física y el lenguaje de señas. Además, en las familias tradicionales, se nos considera como de “menor valor,” ya que no se espera que tengamos un trabajo o que podamos independizarnos y, por ende, nos convertimos en una “carga”.

Asimismo, aunque Guatemala ratificó la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, todavía no hay leyes internas que nos protejan de manera específica. Por ejemplo, la ley nacional que tiene por objeto contrarrestar la violencia contra la mujer no menciona en absoluto la violencia contra las mujeres con discapacidades, que sabemos que deben abordarse de formas específicas. Si bien no hay datos concretos sobre la violencia contra las mujeres con discapacidad en Guatemala, sabemos de la experiencia de otros países que el 80 porciento de las mujeres con discapacidad son víctimas de violencia y tienen cuatro veces mayores probabilidades de sufrir violencia sexual que las mujeres sin discapacidad.

Nuestros propios procesos de investigación nos han demostrado que todas hemos sufrido violencia y conocemos otras mujeres con discapacidad que han experimentado violencia, que incluye desde ser obligadas a permanecer en casa por familiares que ocultan nuestras ayudas para la movilidad hasta ser agredidas sexualmente por desconocidos. Además, consideramos que la forma en que se nos excluye de la educación y los espacios de trabajo constituye una forma de violencia, otra experiencia que también es común a todas las mujeres de nuestro colectivo.

Por estos motivos, no podemos acceder en forma plena a todos nuestros derechos humanos y se nos excluye de participar en distintos espacios políticos, económicos y sociales, sobre todo si pertenecemos a comunidades indígenas.

¿Qué cuestiones examinó como becaria feminista de Open Society?

Cuando empezamos nuestra investigación, nos interesaba entender más sobre la violencia contra las mujeres con discapacidad en Guatemala. Debido a que los procesos de investigación tradicionales nos resultan demasiado distantes de nuestras voces y nuestras vidas, buscamos métodos alternativos de investigación y distribución que nos permitan ser partícipes plenas de todos los procesos y entender realmente los resultados.

Por ejemplo, nuestro primer proyecto de investigación consistió en un encuentro de una semana de duración, al cual concurrieron 14 mujeres con discapacidad (en su mayoría, jóvenes), para el que se usó la metodología de Teatro del Oprimido. Esa metodología permite a los grupos dramatizar situaciones injustas que se hayan vivido con el objeto de identificar alternativas concretas para un cambio; esta herramienta nos da la posibilidad dar respuesta a y resolver los conflictos. En nuestro encuentro, analizamos nuestras experiencias y los distintos tipos de violencia que enfrentan las mujeres con discapacidad en su vida cotidiana. Luego tomamos la decisión colectiva de llevar a cabo una representación teatral sobre dos formas principales de violencia: la exclusión de la educación y el acceso al trabajo. Los resultados y el proceso de nuestro trabajo se pueden apreciar en el documental Vernos Florecer.

También tuvimos pequeños proyectos de investigación que se enfocan en derechos específicos y en si estos son o no accesibles para las mujeres con discapacidad, como los derechos digitales y el derecho a la participación social y política. Compartimos nuestros resultados a través de una serie de cómics y podcasts a la que llamamos Guardianas de la Diversidad, con el fin de sensibilizar sobre la situación.

Durante este proceso, descubrimos que incluso las pocas mujeres con discapacidad que tienen acceso a computadoras y teléfonos inteligentes quedaron excluidas de procesos educativos y otros servicios básicos durante la pandemia debido a la falta de accesibilidad o de ajustes razonables en los espacios virtuales. También detectamos muchos casos de exclusión de los espacios de toma de decisiones en general, e incluso dentro de organizaciones para personas con discapacidad. Por sobre todo, las experiencias de exclusión y discriminación no son exclusivas de una mujer, sino patrones reiterativos que se advierten en las viviencias de las mujeres con discapacidad en general. 

Mujer llevando un cuadro
Floridalma Bocel muestra obras de arte que creó durante un taller teatral en Sololá, Guatemala, el 15 de enero de 2020. © Huayra Bello

¿De qué modo la pandemia afectó su trabajo y su período de investigación?

En un primer momento, la pandemia tuvo un impacto negativo para las mujeres con discapacidad y sus familias, así como nuestros proyectos colectivos. No pudimos presentar la obra del Teatro del Oprimido en la que tanto nos habíamos esmerado. Se produjo un fuerte impacto emocional en las mujeres que habían empezado a participar en los proyectos de investigación con nosotras. Estaban saliendo de sus casas por primera vez y, de un momento a otro, por la pandemia, tuvieron que volver a estar siempre en casa. A su vez, la vida en casa se volvió más difícil, a medida que las personas empezaron a perder sus empleos y fuentes de ingresos, lo cual también redujo el acceso a la atención de la salud y otros servicios esenciales.

Tuvimos que repensar nuestros proyectos y planes, y esto terminó fortaleciendo nuestro trabajo. Por ejemplo, al vernos obligadas a trabajar en forma digital, les dimos teléfonos a las mujeres del colectivo y las capacitamos para que pudieran usarlos, lo cual tiene efectos a largo plazo en su acceso a las comunicaciones y favorece un menor aislamiento. Pusimos en práctica un proyecto de respuesta al COVID-19 que nos permitió llegar a 26 mujeres de distintas comunidades, que ahora son parte de nuestra red y siguen participando con nosotros en términos políticos. La pandemia también dio más visibilidad a Mujeres Con Capacidad de Soñar a Colores, pues pudimos participar en distintos espacios en línea y aprender sobre otras personas, hacer contactos y difundir nuestro trabajo. Por último, creamos distintos tipos de contenidos para comunicar nuestros problemas y hacer valer nuestros derechos, como un documental, varios podcasts y cómics.   

¿Qué las inspira a llevar adelante su trabajo?

Desde 2018, hemos visto crecer a nuestro colectivo y llegar a más mujeres con discapacidad: empezamos como un grupo de cinco amigas y ahora tenemos más de 36 mujeres implicadas en nuestros proyectos. La experiencia de cada mujer es única y, al trabajar juntas, creamos realidades que son más inclusivas y en las que todas nos sentimos más cómodas. Hemos visto el impacto que tiene el empoderamiento individual y cómo, de a poco, las mujeres en nuestro colectivo fortalecen su voz y logran que se escuchen las opiniones y los conocimientos de nuestro colectivo. Algunas personas que al principio les inquietaba presentar a nuestro colectivo ante pares ahora hablan en seminarios web internacionales sobre el trabajo que hacemos.

De hecho, las mujeres con las que trabajamos se sienten motivadas a aprender más sobre sus propios derechos y a participar en la organización de actividades destinadas a más mujeres con discapacidad. Algunas de las mujeres que colaboran con nuestro proyecto de emergencia relacionado con el COVID-19 sobre huertos familiares están activamente abocadas a establecer contactos por sus propios medios con otras organizaciones locales para apoyar al grupo entero, por ejemplo, en la obtención de semillas. 

Una de las historias más destacables es la de Flory, que nunca había salido de su casa hasta que conoció al colectivo. Sin embargo, al invitarla a acompañarnos y atender sus necesidades en cuanto a accesibilidad, pudo participar en el colectivo y ahora nos representa en espacios nacionales e internacionales, lo cual alienta a más mujeres con discapacidad a involucrarse en conocer y defender sus derechos y difundir nuestras experiencias y opiniones en distintos espacios. Con su participación activa, Flory ha podido obtener capacitación y oportunidades laborales, como crear y gestionar nuestro blog. Es una de las próximas líderes del movimiento de discapacidad y género en Guatemala y tiene un inmenso potencial para transformar las realidades de muchísimas mujeres con discapacidad en nuestro país.

Dos mujeres haciendo una presentación
Integrantes del colectivo de mujeres durante un taller de teatro en Sololá, Guatemala, el 15 de enero de 2020. © Huayra Bello/Claudia Castellán

¿Qué papel cree que tiene el arte en apoyar a las mujeres con discapacidad?

Si bien el trabajo con cada mujer es personal e individualizado, el arte es una de las formas a través de las cuales cada mujer puede mostrar su realidad, sentimientos y opiniones. Las mujeres que han participado en nuestros procesos bailan, cantan y dibujan. 

Además de ser muy accesible, el arte nos permite compartir con la sociedad las experiencias vividas por mujeres con discapacidad. Otras personas se interesan por nuestro trabajo y, a través de él, aprenden sobre los obstáculos y la violencia que enfrentamos y, a menudo, se suman a nuestra lucha.

¿Cómo podemos aprender y trabajar con el movimiento de discapacidad en Guatemala para aumentar la solidaridad y el poder junto con otros movimientos en el país y el resto del mundo?

¡La revolución se va a dar de manera accesible! Las mujeres con discapacidad no deben ser excluidas de las decisiones sociales y comunitarias. Nuestro trabajo ha demostrado que, si se les da la posibilidad, las mujeres con discapacidad tienen mucho para transmitir y decir sobre cuestiones que las afectan, y esto debe considerarse en todos los espacios.

El primer paso es estar dispuesto a mantener una conversación acerca de cómo se nos puede incluir, y nosotras estaremos deseosas de participar. Sabemos que solo podrán crearse sociedades inclusivas si todos participamos en el proceso.

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